Por Inma Callejas
Carta blanca, Jordi Lafebre
Norma Editorial, 2021 (150 páginas)
Cuando se propuso la actividad de realizar una reseña sobre un cómic, se me vinieron a la cabeza diferentes títulos. Mortadelo y Filemón, Mafalda o Calvin y Hobbes fueron algunos de los primeros que se me ocurrieron para esta práctica. No obstante, a la hora de la elección, pensé que sería buena idea buscar alguna novela gráfica más actual y menos conocida. Así pues, decidí adentrarme en la biblioteca de la Universidad de Alicante para descubrir qué escondía entre sus estanterías.
Al ser la biblioteca de la Facultad de Educación, muchos de los cómics que encontré eran biografías gráficas de autores de nuestra literatura, clásicos o de superhéroes. Al ver eso, aquel día creía que iba a salir de allí sin nada. No pude estar más equivocada, pues, cuando casi había perdido la esperanza, me topé con la obra de Jordi Lafebre, Carta blanca.
Lo que más me llamó la atención a simple vista no fue la descripción de la historia, sino la buena calidad del libro y la ilustración de la cubierta donde se mostraban a los personajes principales. Es una novela que desarrolla su historia en 20 capítulos perfectamente distribuidos en 150 páginas. Entre sus diálogos incluye sutilmente algunas referencias intertextuales con otros escritores o escritoras como Jane Austen.
El argumento que podemos observar dentro de este cómic desvela, a través de los protagonistas Ana y Zeno, una curiosa concepción del amor platónico. Las circunstancias que los rodea, así como la distancia, los separa y los condena a una vida separados. Cada uno desarrolla su vida de manera natural, como si el otro no existiese, pero a la vez mantienen siempre el contacto. Mientras ella es la alcaldesa de una gran ciudad, él se dedica a terminar su tesis doctoral a la vez que viaja y navega por el mar. En este sentido, la vida de ambos es completamente diferente.
Por un lado, Ana, además de ser la alcaldesa de la ciudad, está casada, tiene una hija y una nieta. Su matrimonio fue feliz, puesto que su marido siempre la quiso, aunque él supiese que el amor entre ellos no era recíproco. Se muestra como una mujer que, debido a su puesto de trabajo, debe mantener las distancias con su verdadero amor y guardar las apariencias frente a la prensa. Por otro lado, encontramos a Zeno descrito como un estudiante de física que, tras la muerte de su padre, decide dedicarse a viajar y terminar su tesis doctoral; convirtiéndose así en un hombre solitario que no quiere comprometerse con nadie.
A pesar de todas estas vicisitudes, parece que el destino siempre acabase uniéndolos, por lo que no llegan a perder jamás el contacto. Entre los dos sostienen una especie de relación a distancia.
Debo decir que, personalmente, el hilo de la historia no me ha cautivado. Creo que cuando escogí este cómic pensé que el autor iba a abarcar el tema del amor a distancia de otra forma. Pese a este pequeño detalle tan importante, lo que sí me ha fascinado han sido las ilustraciones de la obra y el modo en el que ha desarrollado el cómic. Esto es, la historia se inicia por el final, concretamente desde el capítulo veinte. La gracia de ello es que vamos avanzando hasta llegar al capítulo uno para, después, tener la oportunidad de volver a releer este amor desde el inicio, si es que así lo queremos. Me resulta una manera bastante original de ofrecernos un nuevo comienzo y darle una nueva vida a su historia, aunque ya sepamos el final.
En conclusión, he de decir desde mi humilde opinión que, en cuanto a estética, este cómic me ha gustado mucho, pero, en cuanto a historia y diálogos, deja mucho que desear. Si tuviera que recomendárselo a alguien, se lo recomendaría solo a las personas que disfruten de este tipo de historias o que, por el arte y las ilustraciones, admiren contemplar cualquier tipo de novela gráfica más allá del argumento.
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