Por Iván Díez
Hola, soy Iván, antiguo exalumno del Máster de Educación de la Universidad de Alicante y profesor de Lengua Castellana y Literatura en un instituto de San Vicente del Raspeig. Os voy a contar mi historia.
Tras finalizar el máster en verano de 2022, comencé a preparar la oposición y mis ganas de conseguir el trabajo de mis sueños fueron tan grandes que no tardé demasiado en conseguir plaza en mi localidad natal. De esto hace ya unos cuantos años, pero lo que puedo aseguraros es que en ningún caso creí que mi futuro en el mundo de la Educación fuera a ser como lo está siendo.
El mundo, por lo que respecta al desarrollo de grandes avances tecnológicos, sigue siendo tal y como lo recordamos: todavía no hemos logrado visitar Marte (sigue siendo toda una “odisea espacial”); los androides, de momento, no nos han aniquilado (que “yo” sepa sigo sin ser un “robot”); el mundo ha superado varios apocalipsis predichos erróneamente por los mayas; todavía no se ha inventado ningún medicamento que mejore nuestras capacidades físicas o intelectuales (o que significa que seguimos sin poder ralentizar el tiempo para esquivar balas), ni los chavales van en autobuses voladores a los institutos. Para todo eso puede que debáis “regresar en un futuro”. Sin embargo, la educación sí se está viendo sometida a ciertas tendencias que, como poco, me preocupan.
En primer lugar, nuestro país ha pasado por unas cuatro elecciones generales en apenas ocho años. Esto ha provocado un incesante cambio en los gobiernos, los cuales, en su afán de demostrar que sus predecesores no tomaron ni una decisión acertada, han hecho y deshecho numerosas leyes a su antojo. Esto ha afectado también al sistema educativo nacional, el cual ya no es entendido ni por los docentes con más años de experiencias. Como consecuencia de esta inestabilidad, cada profesor ofrece su propia visión de su asignatura e imparte los contenidos que considera adecuados, algo que está dañando gravemente a salud de nuestro sistema público.
Como consecuencia de esta inestabilidad política, el presupuesto destinado a la educación es variable, inestable y cada vez menor. Durante los últimos años sí se han desarrollado numerosas TIC y TAC que pueden mejorar nuestra labor docente, pero, al menos en la educación pública, nos las seguimos apañando con los mismos materiales que teníamos hace quince años.
Sin embargo, lo más preocupante de todo es la creciente desmotivación del alumnado. Hoy en día los jóvenes apenas abren nunca un libro, no cuidan el lenguaje ni lo adecúan al contexto, menosprecian las lenguas autóctonas que otros tanto hemos defendido o consideran que estudiar filosofía e historia no tiene ninguna utilidad práctica para su día a día. No hace falta que explique por qué esto es lo que hace que el panorama sea cada vez más desolador.
Os ofrezco esta historia, nuevos estudiantes del Máster, no para que os compadezcáis ni para que os quejéis de esta situación. Yo cada día intento revocar estos comportamientos y actitudes desde mi propia aula y acudo a todas las manifestaciones que puedo. El cambio comienza en cada uno de nosotros y, por muy pesimista que parezca la situación, debemos afrontarla con la mejor de las actitudes. Os animo a que dediquéis todas vuestras fuerzas y toda vuestra pasión en la que es la profesión más bonita del mundo, por lo que os deseo que, como diría un antiguo profesor mío, “la fuerza os acompañe”.
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